domingo, 17 de enero de 2010

Tan parecidos y tan distintos

Los dos candidatos que se enfrentan hoy en la segunda vuelta tienen muchas más cosas en común de lo que parece a primera vista. Ambos tienen raíces doctrinarias similares y pertenecen a destacadas familias demócrata cristianas. Ambos se opusieron al régimen militar, aunque ninguno de ellos de modo activo. Ambos se dedicaron al mundo de la empresa privada durante largo tiempo. Incluso fueron aliados en algún momento, pero los caminos se bifurcaron cuando Sebastián Piñera prefirió sumarse a la derecha a fines de los ochenta. Y, sobre todo, ambos llevan dos décadas algo obsesionados con el Palacio de la Moneda: Frei logró la presidencia en 1994 y desde que la abandonó en 2000 no ha pensado sino en volver, mientras que Piñera lleva 20 años tratando de encontrar el modo de convertirse en presidente. Desde ese punto de vista, no es seguro que sean los candidatos ideales en un país que pide a gritos una renovación de rostros y de prácticas políticas.

Con todo, la disputa ha sido áspera a ratos. Y si bien es cierto que en Chile las cosas no cambiarán de modo radical gane quien gane, hay cosas importantes en juego. Por de pronto, la derecha está (muy) cansada de ser oposición, y la izquierda lleva tantos años en el poder que teme perderlo como si en ello se le fuera la vida. Así, las cosas se han ido polarizando y aunque el candidato opositor tiene cierta ventaja en las encuestas, el resultado final sigue siendo incierto. Como sea, es evidente que Piñera ha cometido menos errores que su rival. Logró unir a su sector y sacó adelante una campaña que, a falta de audacia, tuvo el mérito de ser consistente y profesional. Quizá su único problema grave es no haber resuelto sus conflictos de interés: al día de hoy, sigue siendo dueño de Chilevisión (una de las cadenas más importantes de TV) y mantiene participación en Colo Colo: aunque Piñera detesta la comparación con Silvio Berlusconi, no se esfuerza mucho por evitarla.

Frei, por su lado, cometió errores que en una elección estrecha se pagan caro: optó por inclinarse hacia la izquierda cuando los votos decisivos estaban en el centro, habló demasiado del pasado y muy poco del futuro, y puso todos sus esfuerzos en tratar de captar la altísima aprobación de la presidenta Michelle Bachelet, sin entender que el liderazgo de ésta última no es tanto político como afectivo. Y aunque logró hace pocos días el apoyo de Marco Enríquez-Ominami, el respaldo fue tan frío que es difícil saber cuánto pesará en el recuento final.

La palabra la tienen los chilenos, quienes deberán decidir entre estos dos hombres tan parecidos y tan distintos a la vez. Ahora sólo cabe desearle éxito al ganador, pues enfrentará desafíos decisivos para el futuro de Chile.

Publicado en La Nación de Buenos Aires el domingo 17 de enero de 2010

1 comentario:

Juane Ortega dijo...

¿Haciendo análisis políticos desde Francia?

Espero que estés bien.

Saludos.