viernes, 1 de mayo de 2009

La oportunidad de Piñera

Decir a estas alturas que en diciembre la Alianza tiene una oportunidad histórica de llegar a la Moneda no pasa del lugar común. Más interesante resulta preguntarse si, hasta ahora, el candidato opositor está haciendo todo lo posible por no desperdiciar esta preciosa oportunidad. Pues, como bien observaba Maquiavelo, las oportunidades hay que saber aprovecharlas. Y, mirando de cerca, el escenario no es del todo alentador para la oposición.

Por un lado, Piñera está dejando crecer los conflictos internos de la Alianza a niveles altamente peligrosos. Si estos conflictos no se controlan, menoscabarán inevitablemente su candidatura en las próximas semanas y meses. Bien sabemos que la Alianza tiene una capacidad inaudita de autoflagelación. Considerando además que Piñera no es precisamente el militante de RN más querido en la UDI, es inexplicable que el candidato no ponga especial cuidado en las siempre delicadas relaciones entre ambos partidos. Si Piñera no cuida bien este flanco, los problemas con sus socios serán cada día más inmanejables, y para ganar en diciembre, Piñera necesita a la UDI comprometida en “cuerpo y alma”, para ocupar su propia expresión.

En segundo término, Piñera debe —de una buena vez— desprenderse de todos sus negocios. Mientras antes, mejor. Aquí no caben más medidas dilatorias ni medias tintas ni empresas con afectos especiales ni nada. En verdad, el abanderado de la Alianza debería haberlo hecho hace ya mucho tiempo, pero cada día más que transcurra sin hacerlo tendrá un costo elevado. Hoy por hoy, lo único seguro es que las elecciones serán demasiado reñidas como para darse ningún tipo de lujo. Venderlo todo lo antes posible, sin excepciones de ninguna especie, es la única salida viable para que no queden dudas sobre el carácter definitivo e irrevocable de su vocación por el servicio público. Cualquier otra decisión terminará por empañar su candidatura y, quién sabe, por impedir su triunfo.

En tercer lugar, y este es quizás el aspecto más deficiente, Piñera debe ser capaz de algo más en términos de campaña. Por ahora, parece conformarse esperando los errores del adversario más que buscando aciertos propios. Quiero decir, Piñera no ha ofrecido ninguna idea verdaderamente interesante ni ha logrado imponer los ejes de la discusión pública. Aún no muestra nada que permita decir que se trata de una campaña ganadora. Bajo esta óptica, la salida del alcalde Ossandón del comando es mucho más grave que la salida de Longueira, pues muestra que la campaña está siendo manejada por los mismos que han perdido ya varias presidenciales al hilo, dejando de lado a quienes podrían encarnar un verdadero recambio de rostros y de ideas. Bastaría con observar un poco más de cerca cualquier campaña política medianamente exitosa para medir bien los riesgos que la actual situación implica para Piñera. Nicolás Sarkozy, por ejemplo, le debe buena parte de su triunfo a una campaña bien pensada y mejor aplicada, en la que impuso las ideas fuerzas y demarcó el terreno de juego: fue en torno a los temas que él eligió que giró toda la campaña. Así, jugó siempre de local. Lavín no hizo algo muy distinto en 1999, y estuvo a un puñado de votos de ganar. Pero Piñera parece dormido y anquilosado, sin ideas novedosas ni propuestas innovadoras, sin posiciones suficientemente claras. Su tropiezo en el tema cultural puso al descubierto la que parece ser la debilidad más grande de su campaña: la falta de ideas nítidas respecto de lo que sería su eventual gobierno, más allá de la palabrería. No dudo que en Tantauco haya decenas de profesionales muy capaces, pero la candidatura de Piñera no ha logrado transmitir un trabajo consistente en ese sentido. Si Piñera no es capaz de hacer un trabajo coherente y sistemático en esta dirección tiene pocas posibilidades de ganar la elección de diciembre. La Concertación pondrá, como de costumbre, toda la carne a la parrilla en los meses que vienen, haciendo uso de todos los medios a su alcance para mantenerse en el poder. Sólo una campaña muy inteligente podrá impedir un quinto gobierno del oficialismo. Para hacer frente y ganar, el candidato de la Alianza tiene que mostrar mucho más de lo que ha mostrado hasta ahora: debe cerrar todos sus flancos, evitar los errores no forzados, marcar claramente sus posiciones, organizar un comando que haga bien las cosas, olvidarse del lugar común e imponer los temas de discusión. En una palabra, debe ser capaz de rayar la cancha. Porque en la cancha de la Concertación, ya sabemos quién gana.

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