sábado, 3 de abril de 2010

Conversando con Pancho

-Pancho, ¿no crees que esta vez fuiste muy lejos?

-Pero, ¿dónde estaría el problema?

-¿Qué es eso de ganar con déficit o perder con superávit? ¿Dónde queda toda la cháchara de la ética republicana, los intereses superiores de la patria y todo eso? ¿No se trataba de pensar primero en Chile?

-No me vengas con idealismos baratos, que ya nadie los compra. Es la regla de la política, ni más ni menos. Yo sólo digo en voz alta lo que todos piensan, lo que todos saben, y lo que todos hacen. ¿Acaso me lo vas a negar?

-No sé, no sé. Me confundes como siempre. Tu lógica me recuerda la intrepidez de Maquiavelo, aunque él mismo sugiere que ciertas cosas no deben decirse, y por eso mismo los políticos leen El Príncipe sin admitirlo.

-Bueno, es que yo siempre he sido así, francote. Tú me conoces.

-Sí, claro, hace mucho tiempo. A veces pienso que demasiado. Igual, para qué te voy a mentir, siempre he admirado tu sinceridad. Y también tu energía, yo no podría vivir a tu ritmo. Me habría muerto quince veces.


-No, si no es tan difícil. Con cigarro se puede. Además, duermo muy bien.

-Me parece excelente, pero no te arranques, hay cosas que quiero aclarar. Tú sabes que siempre voté por ustedes. Es cierto que a veces tuve dudas, pero la derecha nunca me convenció. También sé que la política tiene sus códigos y sus lógicas. Pocas cosas me sorprenden a estas alturas. Pero no puedo negar que tu confesión, tan abierta y tan sincera, me dejó un poco perplejo. Por ejemplo, no sé si te interpreto bien, pero deduzco que tú prefieres conservar el poder arruinando al país antes que perder una elección. Y eso supone, en el fondo, que Chile no te importa mucho más que un pepino, ¿es así?

-No pues, no pues. Yo te lo voy a explicar. Te lo voy a explicar diez veces si quieres. No se trata de eso. Se trata de que nosotros representamos lo mejor para Chile, nosotros somos los únicos que sabemos gobernar este país en serio. Por lo demás, el voto popular es nuestro y lo de enero fue sólo un lamentable accidente. Pero lo central es que no hay que fijarse mucho en medios cuando está en juego lo crucial: lo peor que le ha ocurrido a Chile es la derecha. Lo sabes bien.

-Lo sabía, sí, pero a veces me hago preguntas. Pero Pancho, dime otra cosa, ¿en el fondo, tú crees que un Chile con déficit y con Concertación es mejor que un Chile con superávit y con derecha?

-Pero, ¿qué significa el déficit?, ¿quién lo paga?, ¿acaso tú, yo, tu mamá? Nada viejo, son locuras, cuentos inventados por esta gente que se tomó Teatinos por veinte años. A lo mejor son muy expertos, escriben papers maravillosos y publican en revistas indexadas, pero no entienden nada de política. Yo soy po-lí-ti-co, y en política las cosas han sido siempre así. Los déficits no importan, son irrelevantes políticamente. ¿Quieres que te haga un dibujito?

-Pero Pancho, no te enojes.

-No, si no me enojo, tú sabes que soy apasionado para explicar las cosas. Lo que te quiero decir es: lo importante era evitar que la derecha llegara al poder. Y allí nos equivocamos, porque era tan simple. Bastaba con gastar todo lo que fuera necesario. El resto es música. Y no se trata de nosotros, se trata de Chile.

-Pancho, pero todo lo que dices implica tirar por la borda veinte años de responsabilidad fiscal, de seriedad en el manejo económico. Me cuesta entenderte.

-Pero hombre, el problema es justamente ése: la izquierda no está para eso. Ese es un discurso de de-re-cha, y nosotros no somos de de-re-cha.

-No sé por qué, pero a veces siento que has involucionado bastante, cuarenta o quizás cincuenta años. Nunca he logrado entender por qué la izquierda tiene que ser sinónimo de desorden fiscal, de irresponsabilidad. ¿No crees que eso es regalarle mucha cancha a la derecha?


-Mira, todo esto me causaría risa si no fuera una tragedia. Si permitir que la derecha gane las elecciones no es regalar cancha, no sé de qué estamos hablando.

-Tu lógica, querido Pancho, es delirante. Pero todavía me quedan dudas, ¿puedo hacerte más preguntas?

-Todas las que quiera amigo mío.

-Tú dices que la Concertación perdió porque dejó de interpretar al mundo popular y que debería haber asumido una línea más de izquierda, con reforma tributaria y aumento del gasto público. ¿No es eso populismo puro y duro?

-¿Y qué más populista que el bono marzo de la derecha viejo?

-Eso es cierto. Pero, me interesa el fondo, porque lo importante es saber por qué perdimos. Tú dices que faltó ir más a la CUT y menos a Casapiedra, ser menos complaciente con los empresarios y estar más cerca de los trabajadores.

-¡Exactamente! ¡Al fin nos entendemos!

-Todo eso puede ser cierto, y habría mucho qué decir sobre la trenza tejida con los empresarios. No obstante, ¿no crees que también había cansancio con cierto estilo, con cierta manera de hacer las cosas?

-¡No me digas que tú también te compraste lo de la nueva forma de gobernar, la excelencia y todas esas patrañas!

-No, no. Yo ya no creo casi nada, en serio. Pero la Concertación adoptó ciertos hábitos, ciertas prácticas que se terminaron agotando. La gente se cansó porque ustedes se desconectaron, se alejaron y terminaron obedeciendo a lógicas internas. Para decirlo en simple, la Concertación se convirtió en una enorme cocinería sólo apta para iniciados.


-No, no. Lo que nos faltó fue ser fieles con nuestro compromiso popular, era allí donde no podíamos fallar.

-Pero, ¿acaso tomarse el Estado, repartirlo entre los amigos, dilapidar los fondos públicos, todo eso no es abandonar el compromiso popular?

-Te sigues equivocando. Es cierto que cometimos errores, pero ya ves que la derecha comete los mismos. ¡Te quiero ver con veinte años de derecha! ¡Te apuesto que terminan siendo peores!

-Es difícil conversar contigo, Pancho, porque siempre te apuras en mirar los defectos del vecino para esconder los tuyos.

-¡Ja! Veo que comienzas a entender…

-Lo que no alcanzo a ver es si crees tu propia explicación, si crees tus propias mentiras.

-…

-¡Te quedaste callado!

-Es que son cosas difíciles de explicar y, sobre todo, difíciles de decir. La ventaja de ser oposición es que puedes pedirlo todo pues no eres responsable de nada. Por eso, ahora podemos enarbolar todas esas banderas de izquierda que tuvimos escondidas veinte años. Para que nadie se confunda: nosotros estamos con el pueblo, la derecha con los poderosos. ¡Se me había olvidado cuán cómodo es ser de oposición!

-No has contestado mi pregunta.

-¿Si acaso creo mi propia explicación? Mira, no me interesa mucho la verdad: ya te dije que lo mío no son los papers. Me interesa que las explicaciones de nuestra derrota sean útiles desde el punto de vista político, porque algún día habrá que reconstruir todo esto.

-No has contestado mi pregunta.

-Por favor, no repitas lo que voy a decir: la idea es parecer ferozmente sincero y cínico, porque así las verdaderas intenciones permanecen ocultas. Así lo hacía Maquiavelo.

-Me perdí.

-Ésa es la idea.

Publicado en El Mostrador el jueves 1º de abril de 2010

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