viernes, 30 de diciembre de 2011

Entre la pureza y la política

GABRIEL Boric, el nuevo presidente de la Fech, lo ha dicho fuerte y claro: su mandato buscará articular y canalizar todo lo que ocurrió el 2011, y así intentar darle una forma coherente al movimiento estudiantil.

El desafío es interesante por varios motivos. En primer término, y pese a situarse a la izquierda de Camila Vallejo, el nuevo líder estudiantil entiende bien que la pura indignación no sólo es inútil, sino que también puede ser nociva si no va acompañada de un esfuerzo político, el que supone abandonar la indignación. Además, matizó la estrategia de paros y tomas, pues entiende bien que la educación pública corre riesgos vitales si se sigue abusando, y Boric no quiere ser sepulturero. Pero al mismo tiempo, sabe que el movimiento corre el grave riesgo de diluirse el 2012: ¿cómo llamar la atención sin movilizaciones ni medidas de fuerza? La cornisa es estrecha, pero todo indica que el nuevo presidente de la Fech se ha preparado para cruzarla.

Con todo, Boric mantiene ambigüedades difíciles de desentrañar. Por un lado, nos dice que quiere construir una nueva mayoría social para generar profundos cambios políticos y sociales. Suena bien, sobre todo porque lo dice con una energía y convicción que ya se quisieran nuestros políticos. Pero, ¿buscará generar esos cambios por dentro o por fuera? Boric no responde esta pregunta, y no la responde por una razón muy simple: quiere conservar los beneficios de ambas posturas y jugar en las dos canchas. Así, se tropieza con el mismo dilema que atormentó por años a la izquierda chilena.

Por ejemplo, resulta difícil de entender la destemplada crítica a la senadora Von Baer, nueva presidenta de la comisión de educación. Porque si los estudiantes quieren abandonar la retórica y ser algo más que almas bellas, entonces deben aceptar que en la vida real uno no elige a sus interlocutores. Salvo que estemos frente a una nueva religión, todos debemos aceptar que en la discusión participen personas que piensan distinto. De eso se trata: intentar construir algo común a partir de nuestras diferencias.

La ambigüedad es más curiosa aún si consideramos que el presidente de la Fech encabeza una institución representativa (¡burguesa!), y lo hace con un caudal de votos (1.318 votos personales y 4.053 votos de lista) que cualquier diputado multiplica por varias cifras. No se trata de invalidar a Boric como actor social, ni menos aún de descalificar sus ideas, pero sí llama a situar bien la discusión: las cifras no dan para marearse.

Para que el movimiento no sea más que un lindo recuerdo en 12 meses más, los dirigentes deben saber leer a este nuevo Chile. Desde luego, ellos son en parte responsables de la nueva situación, pero no son sus dueños (toda revolución come a sus padres). Saber leer el nuevo Chile; esto es, intentar dar con las causas profundas del malestar, y buscarle salidas al laberinto. Aquí no hay una respuesta única, sino una combinación de factores más o menos contradictorios. Pero los errores de lectura se pagan caro: mayo de 1968, en su facilismo intelectual, sólo contribuyó a exacerbar las lógicas que tanto había criticado. Si evitan esa trampa mortal, los estudiantes habrán recorrido la mitad del camino.

Publicado en La Tercera el miércoles 14 de diciembre de 2011

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