domingo, 1 de noviembre de 2009

¿Cómo somos los chilenos?

La Universidad Católica nos ha hecho un regalo en vísperas del Bicentenario: una encuesta que muestra cómo somos y qué pensamos los chilenos. Se trata de un retrato muy bien hecho, aunque no siempre resulte grato. O sea, es un retrato honesto.

Las tres partes de la encuesta que se han publicado nos llevan a otras tantas constataciones interesantes. La primera tiene relación con un problema que probablemente sea uno de los más graves que sufre Chile en la actualidad, aunque muy pocos hablen de él. Sabemos que en Chile faltan 300 mil niños, es decir, tenemos un serio déficit poblacional. Más de alguno podría sentirse orgulloso de que ostentemos este índice de país desarrollado, pero eso sería olvidar por qué muchos países europeos dedican cuantiosos esfuerzos a revertir esta tendencia y ya comienzan a cosechar buenos frutos. La Encuesta Bicentenario nos muestra, además, un dato nuevo: aunque es cierto que la tasa de fecundidad es baja, da la impresión de que las mujeres chilenas con dos o menos hijos querrían tener más, ya que buena parte de las dificultades para hacerlo se fundan en factores económicos, como el tamaño de la vivienda en los sectores bajos, y en la dificultad de compatibilizar un mayor número de hijos con su actividad laboral. Excelente tema para elevar el nivel de los debates presidenciales, al mismo tiempo que una tarea para todos. En Chile no existen políticas que incentiven a quienes decidan tener hijos. Más bien parece que se busca castigarlos, como podría decir cualquier padre de familia: sólo un tercio de chilenos de clase media piensa que nuestro país apoya a las mujeres que quieren tener hijos.

Por lo mismo, las políticas de promoción de la natalidad deben apuntar no sólo a la clase baja, sino también a los sectores medios, que se sienten especialmente desprotegidos. De esto sí han hablado los candidatos y hay que celebrarlo: pero sería necesario realizar propuestas más serias en este sentido, pues no basta con el diagnóstico. Por otra parte, tenemos que conseguir que el mercado laboral deje un espacio a las madres que trabajan. Si no logramos que el trabajo fuera de la casa y la maternidad sean compatibles, estamos perdidos. Se causará además una enorme frustración a muchas personas: todos tenemos deseos incumplidos, pero no poder tener los hijos que se quieren no es una decepción cualquiera. Urgen políticos creativos, capaces de ocuparse de la institución más barata y eficiente para resolver la delincuencia y muchos otros males que aquejan a nuestra sociedad: la familia.

La encuesta también examina el comportamiento religioso de los chilenos y nos dice cosas importantes: Chile sigue siendo un país cristiano y bastante tradicional. En efecto, un 60% de los chilenos quiere que sus hijos conserven su religión; además, los cambios de religión, aunque existentes, son limitados y se dan sobre todo desde el catolicismo hacia el mundo evangélico. Por otra parte, en materias religiosas, las mujeres son más conservadoras que los hombres. Lamentablemente no es posible relacionar este dato con otros: por ejemplo, ¿qué nivel cultural tiene el que se hace católico y el que deja de serlo? Son cosas relevantes, pero una encuesta no puede tratarlo todo, ni siquiera una tan completa como esta.

La encuesta nos dice otras cosas significativas, esta vez en materia socioeconómica: el discurso asistencialista de la protección social tiene un eco limitado entre nosotros, ya que una mayoría de chilenos considera que el éxito personal se debe al esfuerzo y trabajo individuales antes que al Estado. Estamos lejos de ser estatistas dogmáticos, pero tampoco confiamos ciegamente en los privados: no estamos convencidos de que el mercado sea espontáneamente bondadoso. En cuestiones estrictamente políticas, parece que somos muy presidencialistas y no tenemos el menor interés en ampliar las atribuciones del Congreso. Por otra parte, una buena cantidad de connacionales se muestran proclives a la reelección: no es imposible que dicho fenómeno se deba, al menos en parte, a la alta popularidad de Michelle Bachelet, aunque también puede explicarse por un motivo más sencillo: nos hemos dado cuenta de que en cuatro años no se alcanza a hacer mucho, ni bueno ni malo.

Tenemos en suma un retrato que plantea cuestiones cruciales que no siempre están en el primer plano de la discusión. Es nuestro deber observarlo con cuidado, pues difícilmente encontremos las soluciones correctas si carecemos de un conocimiento acabado de nosotros mismos. En ese sentido, se trata de un retrato imprescindible para pensar en nuestro futuro.

Escrito con Joaquín García-Huidobro.
Publicado en El Mercurio el 1º de noviembre de 2009

No hay comentarios: