lunes, 12 de julio de 2010

Pare. Mire. Escuche.

"De un momento a otro, un hombre endereza la cabeza, toma aire, escucha, considera, reconoce su posición: piensa, suspira, y, sacando su reloj del bolsillo alojado contra el costado, mira la hora. ¿Dónde estoy?, y ¿qué hora es?". Ésas, dice Paul Claudel en su "Arte poética", son las preguntas inagotables cuando no buscamos tanto prever el futuro como comprender el presente.

De algún modo, las palabras de Claudel reflejan el desafío que emprendimos junto a otros dos profesores del Instituto de Filosofía de la Universidad de los Andes -Joaquín García-Huidobro y Hugo Herrera- al escribir el libro "8.8. Escombros en el Bicentenario". Nació de una convicción compartida: el terremoto del 27 de febrero es una oportunidad imperdible para detenernos y hacer algo a lo que no estamos muy acostumbrados: formular preguntas. Como dijo el poeta estadounidense Todd Temkin, no es tanto un libro sobre el terremoto como un libro sobre Chile pues, en efecto, quisimos aprovechar la ocasión para mirar de un modo distinto nuestro país, sin dogmas ni conformismos de ninguna especie.

Algunos se extrañaron por el hecho de que un libro semejante fuera escrito por profesores de filosofía. Pero, ¿por qué no habríamos de hacerlo? Creemos que los profesores debemos intervenir en el debate público, pues tenemos cosas que decir y hay problemas que nos interesa mostrar. Para lograr nuestro objetivo, elegimos comentar once imágenes que marcaron aquella jornada del 27 de febrero, once imágenes que ilustran cómo el terremoto desnudó nuestras miserias y nuestras grandezas. Quisimos preguntarnos por las causas profundas e invisibles que fueron permitiendo que ocurriera todo lo que sucedió, en lo bueno y en lo malo.

Como es lógico, la escritura a tres manos tiene complicaciones y ventajas: varias veces no estuvimos de acuerdo y, por eso, muchas páginas son fruto de apasionadas discusiones. A través de ellas pudimos ver mejor qué queríamos decir y cómo queríamos decirlo.

Al final, fue surgiendo un texto que tiene algo de barroco y en el que se van delineando las preguntas en torno a las cuales gira el libro: ¿por qué abdicó la autoridad estatal esa madrugada?, ¿estamos construyendo ciudades y viviendas que permitan el despliegue de lo humano?, ¿qué hacer con el adobe?, ¿qué le ocurre a nuestro sistema económico que presenta falencias tan dramáticas? Por cierto, no pretendemos dar respuesta a todas estas preguntas, ni de lejos. No obstante, creemos que en el mero hecho de enunciarlas hay algún mérito, pues el terremoto nos dejó demasiadas tragedias como para que no seamos capaces de preguntarnos con calma dónde estamos y adónde queremos ir.

La reconstrucción no es sólo la indispensable tarea de remover escombros: es también saber qué y cómo queremos reconstruir. Si acaso el libro contribuye modestamente a esta ineludible reflexión común, entonces habrá valido la pena escribirlo.

Publicado en Revista Qué Pasa el viernes 9 de julio de 2010

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