viernes, 11 de febrero de 2011

La UDI y sus amigos

DICE MILAN Kundera que uno de los rasgos que siempre admiró de François Mitterrand fue la lealtad inquebrantable que éste tuvo con sus amigos, hasta el final y sin importarle los costos. Allí residía, según Kundera, toda la nobleza del ex presidente francés: la amistad pasa antes que la política.

Uno quisiera creer que la férrea defensa que hace la UDI de sus militantes cada vez que alguno enfrenta problemas tiene que ver con esa nobleza. Después de todo, el gremialismo es un grupo de amigos antes que un partido político, y eso podría explicar el modo en el que todos cierran filas detrás de los acusados con una disciplina digna de admiración. Por dar sólo dos ejemplos, ni la diputada que incurrió en malas prácticas en la administración de fondos ni el alcalde con problemas de corrupción han recibido el más mínimo reproche de su colectividad, sino más bien todo lo contrario. La UDI es tan rápida para denunciar los males ajenos como para esconder los propios, y eso es bien difícil de entender desde fuera. Así, Jovino Novoa puede decir que es político y no predicador, y le creemos: ya ni siquiera predica hacia dentro.

Es cierto que el caso de la intendenta Jacqueline van Rysselberghe es distinto de los anteriores, pues no hay en este caso sospecha alguna de enriquecimiento personal. Con todo, uno hubiera esperado un poco más de distancia, una mirada un poco más crítica. Pero la respuesta del senador Coloma fue inmediata: respaldamos a la intendenta a todo evento. Como si la intendenta no pudiera equivocarse, como si los militantes de su partido fueran necesariamente puros. Hay algo de profundamente perverso y maniqueo en este tipo de defensa corporativa que no admite la posibilidad del error propio, rechazando de plano cualquier acusación, sin darse el tiempo de tener todos los antecedentes a la mano.

Esta tendencia gremialista a cubrir incondicionalmente a los suyos incluso si hay que dejar caer a la ministra de Vivienda puede transformarse en la peor pesadilla del gobierno. Este pierde todo margen de maniobra, pues hay en su interior una especie de logia cuya máxima parece ser: si te metes con uno, te metes con todos. La actual administración se ve entonces obligada a exponer su propia credibilidad por ahorrarse un conflicto con la UDI.

Por cierto, no se trata de poner el grito en el cielo ni de caer en puritanismos hipócritas. Al fin y al cabo, lo que hizo la intendenta no es nada tan excéntrico, pero es obvio que Van Rysselberghe debió ser removida de su cargo desde un primer momento. Las reglas de este juego siempre han sido así, y es sin llorar. En política las señales son fundamentales, y el gobierno desperdició una magnífica oportunidad de mostrar que la excelencia es algo más que una consigna y que no habrá ninguna tolerancia con situaciones irregulares.

En cualquier caso, si acaso esto es el ADN de la UDI, tiendo a pensar que el Presidente no se equivoca al quererlo lejos de Palacio. Porque aquí hay un simple y prosaico apego a los cargos, un banal apetito de poder. Por eso Coloma puede pedir, sin arrugarse, que el próximo candidato sea UDI, sin decir una palabra sobre el proyecto que lo inspira. Estamos lejos, muy lejos, de la nobleza a la que aludía Kundera. La realidad es más simple, y también más triste.

Publicado en La Tercera el miércoles 9 de febrero de 2011.

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