viernes, 8 de julio de 2011

La mala fama

Unas dos semanas antes de su detención en Nueva York, Dominique Strauss-Kahn sostuvo varios encuentros con periodistas en el marco de su inminente candidatura presidencial. En uno de ellos, Strauss-Kahn explicitó los tres flancos que la derecha intentaría explotar: su condición de judío, su dinero y su gusto por las mujeres. El hombre incluso imaginó un escenario: nada más simple, aseveró, que pagarle a una mujer para que me acuse de haberla violado en un estacionamiento. El temor ya lo acechaba, como quien presiente que camina sobre un terreno minado.

Y, en efecto, pocos días después, Dominique Strauss-Kahn fue detenido en Nueva York, y en ese instante se hundieron su vida, sus sueños y todas sus certezas. Uno de los hombres más poderosos del mundo se transformó en un paria, en la peor versión del machismo y en la encarnación del poder del dinero y de la elite globalizada. Sin embargo -miserias y grandezas del sistema judicial de los Estados Unidos-, el cuadro tuvo uno de esos vuelcos cinematográficos, pues la credibilidad de la presunta víctima se vino abajo por declaraciones contradictorias. Alguien podría objetar que una persona poco amiga de la verdad puede perfectamente ser víctima de una violación, y es cierto. No obstante, es obvio que la tarea de convencer a un jurado sobre la base de un testimonio débil es titánica, más aún en un caso que tiende necesariamente a ser de palabra contra palabra. Por lo mismo, es muy probable que el procurador Vance desista en los próximos días de ir a un proceso, y DSK podrá entonces recuperar su pasaporte y su libertad.

¿Significa esto que Strauss-Kahn podrá regresar a Francia como si nada hubiera ocurrido, y recuperar en unos días las posiciones perdidas? Nada es más improbable. Y aunque ni el diablo sabe cómo reaccionará la opinión pública, y no se puede descartar del todo un efecto péndulo que lo favorezca, este caso es un buen ejemplo de cómo puede destruirse la reputación de alguien que está en el suelo. ¿Cuántos políticos, cuántos personajes públicos podrían resistir una prueba de ese tipo? Las palabras se liberaron, y muchos se sintieron libres de decir todo lo que antes decían entre líneas o callaban. Por un lado, su vida personal y sexual fue expuesta en la plaza pública: lo menos que se dijo fue que es un sexómano altamente peligroso. En ese contexto, ni siquiera es llamativa la aparición de una periodista que dice haber sido agredida por el ex director del FMI en 2003. Por otro lado, el episodio dejó en evidencia que los Strauss-Kahn no tienen precisamente problemas de dinero. Esto podrá importarle poco al mundo, pero es un pecado grave en el singular mundo de la izquierda francesa, que mira con desprecio todo lo que huela a ostentación.

Strauss-Kahn se quedó además sin soldados, pues los que eran sus aliados jugaron sus propias fichas mientras él estaba encerrado: en política es imposible detener el tiempo, y los duelos suelen durar poco. Martine Aubry -la primera secretaria de la tienda socialista que había prometido apoyar a DSK- lanzó su propia candidatura, y ya dijo que no daría un paso al costado; e incluso sus delfines más cercanos negociaron posiciones en otros equipos. Por eso, si acaso quisiera participar en las primarias de octubre, su partido volvería a convertirse en un lindo gallinero.

Por último, y aunque los políticos son animales muy singulares, supongo que Strauss-Kahn necesita también un tiempo de reconstrucción personal que no coincide necesariamente con los tiempos políticos.

Es innegable que todo esto puede resultar injusto si acaso Dominique Strauss-Kahn es inocente: un procurador seguro de tener entre sus manos el caso de su vida no debería poder destruirle la vida a alguien con tanta facilidad. Por cierto, todavía quedan algunos viudos febriles que agitan la tesis de la conspiración (que Sofitel pertenece a una cadena francesa cercana a Sarkozy, que la CIA y la KGB). Empero, la verdad es que si conspiración hubo, fue de DSK contra sí mismo. En el mejor de los casos, el ex director del FMI tuvo una relación sexual consentida con la cuestionada Naffisatou Diallo. Sin hacer el menor juicio moral, es evidente que Dominique Strauss-Kahn cometió una imprudencia de proporciones al exponerse así. Un poco como si él mismo hubiera querido ser su propio victimario, y cumplir así su propia profecía.

Publicado en Qué Pasa el viernes 8 de julio de 2011

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