viernes, 23 de septiembre de 2011

Palos de ciego

AUNQUE MATAR a la Concertación ya es casi tan banal como matar la transición, hace pocos días, el PPD volvió a intentarlo con un documento que llama a la creación de una "Convergencia opositora" (¿invitarán a Hermógenes?). El texto es sintomático de muchas cosas, y debe ser leído como el grito desesperado de alguien que lleva un buen tiempo perdido. Su idea central parece ser algo así como: "Hagamos algo, no importa qué, pero hagamos algo ahora".

De más está decir que en el documento sobran los lugares comunes y que las ideas brillan por su ausencia. Tampoco cabía esperar mucho más: después de todo, el PPD nació como partido instrumental y nunca ha logrado forjar una identidad propia, prefiriendo siempre el brillo de las cámaras al silencio de la reflexión. A pesar de su bancada numerosa, el PPD bien podría desaparecer mañana, sus dirigentes emigrar a otros partidos y nadie se daría mucha cuenta, con la salvedad de las familias Lagos y Girardi. Supongo que en eso estaba pensando Ignacio Walker cuando verbalizó aquello que no se debe verbalizar: la puerta es grande y está abierta. Es de sentido común, pero en el contexto es también una invitación explícita a retirarse, y en eso Walker juega con fuego.

El fenómeno que subyace a este desorden es la incapacidad de leer el actual momento social: todos quieren subirse al carro de lo que está pasando, pero nadie sabe muy bien cómo hacerlo porque nadie sabe muy bien qué está pasando (en ese intento, dicho sea de paso, se pasan a llevar incluso las formas republicanas que tanto deberían cuidar los que lucharon por recuperarlas). La paradoja es que la ansiedad del PPD y el inmovilismo de la DC son actitudes exactamente simétricas, pues ambas son consecuencia de un grave déficit de comprensión. Quienes esperan sentados el regreso de Michelle Bachelet cometen el mismo error, pues es obvio que ese regreso será un desastre si no se cumplen ciertas condiciones mínimas. Así, unos se agitan sin entender -llamando a una nueva coalición como quien organiza un asado- y otros prefieren ni actuar ni entender, confiados en que el esquema actual les garantizará porciones de poder. Mientras, las tareas siguen pendientes: en la Concertación pocos han siquiera intentado explicar las causas de la derrota, por no decir nada de los nuevos desafíos. La Concertación podrá dividirse en activistas y conservadores, o en complacientes y flagelantes, pero por ahora, todos comparten la misma desorientación.

La oposición no haría mal en mirar la situación oficialista para medir bien su posición: la derecha quiso ahorrarse el trabajo doctrinario y llegó al poder por el desgaste del adversario, más que por virtudes propias. Las consecuencias están a la vista. Por otro lado, el esfuerzo que debe realizar la Concertación requiere de cierta libertad intelectual, libertad que da estar en la oposición. Tanto el PPD como la DC siguen enredados en las viejas lógicas de coalición que impiden que cada cual despliegue su propio proyecto, condición indispensable para sacar conclusiones. A falta de eso, seguirá primando el miedo a lo desconocido, que bien puede traducirse en agitación o en inmovilismo, pero nunca en verdadera acción política.

Publicado en La Tercera el miércoles 21 de septiembre de 2010

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