jueves, 31 de diciembre de 2009

El Caco pascuero

Una vez más, José Antonio Gómez demostró que es uno de los escasos dirigentes con cierta iniciativa política que van quedando en la Concertación: al renunciar a la presidencia de su partido, realizó un gesto efectivo en favor de la moribunda candidatura de Eduardo Frei. Pepe Auth había tratado de hacer lo mismo pocos días antes, pero la comparación entre ambas actitudes grafica bien la diferencia entre uno y otro: uno es político de verdad, el otro un diletante. La gran paradoja es que Gómez es justamente quien más merecía quedarse, pero nadie ha dicho nunca que la política sea justa.

Ahora bien, la tozudez delirante de Juan Carlos Latorre dejó toda la cuestión en nada. Con su actitud, demostró ser uno de los dirigentes políticos más obtusos que puedan recordarse, y sin duda su gesto quedará en la memoria colectiva como tal. Aferrado a su cargo como si en él se le fuera la vida, será recordado como quien le puso la lápida final a la candidatura oficialista: si hasta ayer las posibilidades de Frei eran bajas, hoy son simplemente nulas. Si las renuncias conjuntas de los cuatro timoneles podían, quizás, darle una luz de esperanza y generar algún acercamiento con Marco Enríquez, el abanderado recibió a cambio un portazo de consecuencias imprevisibles.

El candidato oficialista afirmó solemnemente hace dos días que iba a gobernar con independencia de los partidos, y hoy está claro que eso no es posible por una razón muy sencilla: Frei carece del liderazgo necesario como para cumplir una promesa de ese tenor. Frei no es el jefe de la coalición. Dicho de otro modo: la cúpula falangista no cree en un triunfo de Frei, y por lo mismo no está dispuesta a realizar el más mínimo esfuerzo. El abanderado ha quedado así mucho más desamparado de lo que estaba ayer, y su intento por tomar el control de las cosas terminó, nuevamente, en fracaso rotundo. Lo menos que podría decirse es que no ha sido este su año.

Todo esto deja ver otro fenómeno digno de ser notado: los jerarcas no parecen dispuestos a cederle ningún espacio a Enríquez-Ominami. Prefieren perder sin él que ganar con su ayuda: se han visto políticos más lúcidos. Muestran un temor atávico a la renovación sin entender que ésta llegará de todos modos, con Marco o sin Marco. Tampoco hay que descartar otro tipo de cálculos: en el caso de una derrota, Latorre no tiene ninguna intención de cederle a Marco Enríquez algo así como el liderazgo de la nueva oposición, ni menos un mejor derecho para ser candidato en cuatro años más. Ése parece ser uno de los trasfondos de la situación: Latorre deja caer a Frei porque no quiere abrirle camino a Marco. En su defensa, podría decirse que Frei estaba caído desde antes. Y aunque eso puede ser cierto, la actitud no es demasiado leal para con el candidato y peca, además, de soberbia: si Marco tiene éxito en su aventura política, lo tendrá con o sin la ayuda de Juan Carlos Latorre. Por otro lado, el mensaje a los príncipes es nítido: si acaso se deciden, algún día, a tomarse el partido, la lucha será, por decirlo menos, cruenta.

Así, nuestro buen Caco Latorre entrega dos regalos de Navidad que no por llegar atrasados son menos importantes. El primero es para Sebastián Piñera: las renuncias le planteaban un final de campaña competitivo y complicado en varios sentidos y de hecho la primera reacción del candidato opositor frente a las renuncias no fue buena. Pero, gracias al Caco, no fue más que un gran susto; y Piñera puede continuar su final de campaña con cierta tranquilidad.

El otro afortunado es, sin duda Marco: el descabezamiento colectivo implicaba un dilema serio para él: sumarse o no sumarse a Frei. Y como ambas salidas tenían costos importantes, Latorre le hizo el favor de ahorrarle el dilema. De paso, le dio muy buenas razones para continuar en sus duras críticas a los políticos de viejo cuño que aman sus cargos por sobre todas las cosas.

Es posible que, en las próximas horas, la presión crezca demasiado y que, por tanto, Latorre y Escalona terminen renunciando. Pero ya será muy tarde, el daño estará hecho y la lápida puesta. Se trata del peor escenario imaginable para Frei, y la verdad es que el candidato debe estar pidiendo la hora, como esos equipos que van perdiendo sin apelación: detengan de una vez este triste espectáculo, por favor.

Publicado en El Mostrador el jueves 30 de diciembre de 2009

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